Vladimir Sorokin
Traducción de Yulia Drobrovolskaia y José María Muñoz Rovira
Editorial Alfaguara
1ª edición, enero de 2008
Género: Ciencia Ficción
216 páginas
ISBN: 978-84-204-7347-5
Año 2027: los oprichnik se encargan de velar por la continuidad y seguridad de Rusia, un país cercado por murallas y cuyo máximo gobernante es el Soberano, el bienamado. Por él pasan todas las cuestiones del imperio, todo pertenece a él y cualquier persona debe rendirle cuentas. El jefe de los oprichnik es Padre, un hombre con experiencia que se encarga de la formación de hombres valerosos para el cuidado de la patria y reprimir cualquier acto subversivo. Uno de ellos es Andrey Komyaga, un hombre experimentado, que entiende perfectamente cuál es su función en Rusia: eliminar a los enemigos del imperio, proporcionar amantes a la mujer del Soberano y cumplir con las obligaciones de cualquier guardia. A cambio, puede disfrutar de los grandes placeres de cada oprichnik: el rito de la sodomía, las drogas y la violación de las mujeres de los nobles rebeldes.
De Vladimir Sorokin se ha dicho mucho, pero quizá lo más notorio es que es una molestia para Putin. Los escritos de Sorokin son una metáfora punzante, ácida y mordaz, contra el Kremlin. En la novela se dan consignas tan directas y crueles como que hay que eliminar al enemigo sin miramientos ("¡qué gusto da abatir a los enemigos de Rusia!"). Uno no puede evitar recordar los asesinatos de Aleksandr Litvinenko –ex espía ruso envenenado, que fue crítico con Putin- y el de Anna Politkóvskaya –periodista rusa asesinada que arremetió contra el Kremlin- y se da cuenta entonces de que realmente Sorokin sabe de lo que habla y por qué lo hace.
En la Rusia de 2027 las drogas están permitidas. De hecho, los aspirantes a oprichnik son seleccionados por Padre debidamente enfarlopado y bebido, cómo sino se podría hacer una elección de tanta importancia. Las drogas hacen que la sociedad se relaje, que no tenga necesidad de anhelar nada más que el placer de estar enajenado. Es sí, las farmacias solamente las venden cuando acaba la jornada laboral, dado que todos deben cumplir activamente con su trabajo. Solamente están prohibidas las drogas que producen nerviosismo y descontrol. Claro que las prohibiciones no son para los oprichnik, que sí pueden disfrutar de lo que les plazca, como la oruga: una fila de guardias que se penetran el uno al otro, de forma que el más anciano esté delante y el más joven detrás; así la energía se pasa a través del semen, desde la cola a la cabeza. La sodomía, por cierto, también está prohibida en la sociedad futurista que dibuja Sorokin.
El día del oprichnik es el relato de un día en la vida de Andrey Komiaga. Así, el lector asiste a la cronología de la rutina de un guardia represor de la sociedad rusa, que sirve con fidelidad al Soberano y a Padre por el bien de su país. De tal modo, el lector es testigo de unas prácticas tan masoquistas como absurdas y surrealistas. La caricatura y la deformación de la realidad son las técnicas que utiliza Sorokin para hablarnos de esta sociedad opresora e hipercontrolada.
La novela es una ucronía –una historia alternativa a partir de ciertas variaciones históricas- a la vez que una distopía, es decir, lo contrario de una sociedad ideal, una contrautopía. Leyendo a Sorokin, nos remitimos a novelas como Nosotros, la gran obra distópica de Zamiatin -también una sociedad amurallada y controlada por un soberano- o incluso a Fahrenheit 451, de Ray Bradbury, dado que en El día del oprichnik también hay ese gusto por quemar libros.
Cuando el lector descubre a Sorokin, se da cuenta de lo valioso de su visión literaria y de la realidad. Leer El día del oprichnik es adentrarse dentro de las fronteras de una Rusia opresora controlada por un todopoderoso capaz de dar consignas tan crueles, como el asesinato. Novela altamente recomendable.
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