Fernando Sánchez Dragó
Editorial Planeta
Colección: Autores Españoles e Iberoamericanos
(mayo, 2006)
Género: Temática Guerra Civil
ISBN: 84-08-06716-8
665 Páginas
Fernando Sánchez Dragó hace en Muertes paralelas un ejercicio de investigación tras las huellas de su padre, Fernando Sánchez Monreal, fusilado en 1936 por los nacionales. Fernando Sánchez Monreal era el periodista –prometedor, según su hijo- que dirigía la agencia Febus –que , junto con las otras agencias Fabra y Faro serán las raíces de la nueva agencia EFE- y que se marchó hacia el sur de España en busca de la noticia por consejo de Manuel Aznar (abuelo del ex presidente del gobierno). Dejó a su esposa embarazada de su primogénito y se marchó al ojo del huracán.
En el sur, se encontró con lo que buscaba: el alzamiento del 36. Pero aquello era peor, seguramente, de lo que el joven periodista de veintisiete años se esperaba. Con Franco llegaron también los asesinatos a los que consideraba detractores o enemigos: Federico García Lorca, José Antonio Primo de Rivera, Fernando Sánchez Monreal… A este último alguien lo denunció por su afiliación al partido de Miguel Maura –no por simpatía ideológica, sino por necesidad periodística- y a los pocos meses de producirse el alzamiento, fue detenido y fusilado en Burgos.
Sánchez Dragó empieza a escribir este libro de muertes sincrónicas en la Guerra Civil a la vez que lleva a cabo una exhaustiva investigación sobre lo que ocurrió realmente con su padre en los días anteriores a su muerte. ¿Quién y por qué lo denunció? ¿Qué circunstancias envolvieron su marcha hacia la noticia? ¿Cuándo y cómo murió exactamente? ¿Qué importancia ha tenido la muerte de Sánchez Monreal en la vida de su hijo, Sánchez Dragó? ¿Cómo fue el intento frustrado de su madre en 1937, y con su hijo ya en brazos, de encontrar con vida a su marido? A todas estas preguntas intenta dar respuesta el autor en Muertes paralelas.
Seguramente los lectores conocen perfectamente a Fernando Sánchez Dragó –el escritor, periodista y showman-, pero pocos saben algo de su padre, Fernando Sánchez Monreal. Para los que no lo sepan, yo se lo presentaré con palabras de su hijo: Le hablaré de su ambición, inteligencia, energía, eficacia, audacia, don de mando… (y varias líneas más).
Fernando Sánchez Monreal, ya lo dije en el argumento de la obra, era un periodista que apuntaba alto, siendo tan joven ya dirigía la agencia Febus, filial de los diarios El Sol y La Voz y en caso de no haber sido fusilado, seguramente hubiese acabado dirigiendo la agencia EFE (lo dice el hijo, no yo). Se marchó en busca de la noticia porque quería ser el primero en llegar e informar de primera mano de lo que estaba ocurriendo en el sur de España. ¿Se hacen ya una idea de quién era Sánchez Monreal? ¿No? Pues volveré a citar al autor: escrupuloso, puntilloso, perfeccionista, hiperactivo, intransigente con la chapuza y la pereza… (y varias líneas más).
Fernando Sánchez Dragó nunca llegó a conocer a su padre, porque cuando él nació, Sánchez Monreal ya estaba muerto, pero eso no es impedimento para que haga una lista casi interminable de excelentes calificativos hacia su persona. En algún momento de la obra incluso dice estar hecho de la misma pasta que su padre. Alguien rápidamente dirá que es un pedante, prepotente… Pero como dice él mismo, “la modestia es una impostura” y, teniendo en cuenta que afirma que ha escrito Muertes paralelas para sí mismo, ¿quién le quita a este buen hombre el derecho de mostrar su admiración por él y por su padre? Faltaría más que después de más seiscientas páginas escritas para sí mismo –y, dicho sea de paso, para el jurado del Premio Fernando Lara 2006-, no pudiera decir lo que piensa sobre su familia.
Claro, más que una novela es una biografía de su padre, de su madre y de él. Dicho de otro modo, parte es de biografía ajena y parte de biografía propia. La primera la dedica a la investigación sobre lo que ocurrió con su padre, la segunda a su madre -y a Primo de Rivera- y la última a él, a Sánchez Dragó. Ya se sabe, todo lo que él hace, tiene que ver consigo mismo.
La mejor de las tres partes es, sin duda, la primera. En ella hace un repaso minucioso a las circunstancias que envolvieron a su padre momentos antes de morir. Pero que nadie piense que primero investigó y luego escribió, sino que hizo ambas cosas a la vez (y con una máquina de escribir clásica, por lo que ahí no se puede borrar, sino rectificar).
En la segunda nos habla sobre Primo de Rivera –el otro gran protagonista de estas muertes sincrónicas-, de cómo fue llevado a Alicante y allí fusilado por los enemigos de la Falange y con el beneplácito del Generalísimo, que todavía no lo era. También detalla el viaje que hizo su madre en busca de su marido en 1937.
La última parte, el autor la utiliza para contarnos curiosas extravagancias como la posibilidad de que él sea la encarnación de su padre, las psicofonías que hizo en un cementerio de Burgos para intentar saber algo más sobre su padre o las tiradas de tarot que le hizo su amigo Jodorowsky. Quizá el más allá le daba los detalles que en el más acá no encontraba.
Pero si hay algo que se le deba echar en cara al autor es, indiscutiblemente, su incapacidad de síntesis. No se puede esperar de esta novela que separe lo importante de lo que no es, lo que son simples especulaciones de lo que es real, lo que son divagaciones de lo que realmente trasciende en el argumento. En Muertes paralelas lo explica todo: si mientras está trabajando en la novela, se va a ver una película, nos lo cuenta; si deja los porros y eso la causa una crisis de sueño, nos lo cuenta; si no puede escribir a ordenador y prefiere las máquinas de escribir clásicas, nos lo cuenta; si tiene una hija escritora y una prima que también, nos lo cuenta… Así resulta que nos enteramos de lo que pasó con su padre, a la vez que sabemos hasta el número de pie del primo hermano del tío de la cuñada del vecino de ya me he perdido… Al principio de la obra se agradecen estas fugas y uno las lee con humor porque incluso así la mente descansa; pero al final, después de más de seiscientas páginas, resulta una descortesía por su parte que nos cuente detalles que no importan demasiado para el desenlace.
A su incapacidad de síntesis atribuyo su gusto por citar, en lugar de resumir, acto que, llegado a cierta altura de la novela, también resulta agotador; sobre todo cuando se trata de citar sus propias obras. Es como si dijera, "querido lector, ya que está usted aquí, lea también todo lo que he escrito anteriormente". Y si uno es receptivo, acabará leyendo la obra completa de Sánchez Dragó, la novela que escribió su hija, todo lo que ha publicado su prima, Lourdes Ortiz, y una basta bibliografía sobre la Guerra Civil.
Una advertencia previa: todo aquel que empiece a leer Muertes paralelas, sepa que tiene que hacerlo sin prejuicios políticos, sentimientos patrióticos ni obstáculos de ese calibre. Sánchez Dragó se declara apátrida, apolítico… dice sentirse avergonzado de ser español y tilda a España de venenosa. No obstante cuando vota, lo hace siempre a derechas e incluso reconoce sus simpatías por Falange Auténtica –la incluye en su página personal como web amiga- y añade que no milita en ella por ser “demasiado progre”. No obstante, ha colaborado con ellos en algún acto para defender la figura de su admirado José Antonio Primo de Rivera, fundador de la Falange.
Así que si uno no entiende cómo es posible que una persona que dice no ser español, que se siente avergonzado de haber nacido en una España venenosa, en cambio vote –cuando lo hace- a derechas y prefiera que gobierne un partido conservador –de esa vergüenza, de ese veneno- en lugar de intentar votar a un partido que ofrezca un cambio, es mejor que pase por alto esas dudas y esos sentimientos y siga leyendo lo que realmente importa en la obra, las muertes paralelas: una novela autocomplaciente, escrita para sí mismo. Interesante, eso sí.
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