David Monteagudo
Editorial Acantilado / Quaderns Crema
1ª edición, octubre de 2010
Trad. al catalán de Jordi Nopca
Género: Novela
120 páginas
ISBN: 9788492649662 (cast.)
ISBN: 9788477274926 (cat.)
Una vez que David Monteagudo ha digerido el éxito de su primera novela publicada, Fin (Acantilado, 2009), y ahora que acaba de salir la segunda, Marcos Montes, nos toca a los lectores valorar si este autor promete tanto como parecía o bien si el fenómeno Fin era un prematuro espejismo de algo que podría empezar a deshincharse con esta segunda novela. Sin embargo, hay algo que a priori juega en contra de David Monteagudo y es que lo que ahora acaba de publicar Acantilado no es la siguiente novela que ha escrito, después de Fin, sino que es una de esas obras que ya tenía acabadas y guardadas en su cajón antes de aquel primer éxito. Si a esto añadimos que la editorial ha vendido que lo que el autor tiene en ese cajón es una producción literaria de las que dejan sin aliento, la cosa entonces se pone seria por aquello de las expectativas generadas.
Marcos Montes no tiene nada que ver con Fin. No, al menos, argumentalmente, aunque sí tiene una esencia tremendista y existencial que unen ambas novelas. En Marcos Montes el autor se centra en un derrumbe que tiene lugar en una mina donde quedan atrapados varios trabajadores. La novela, que tiene poco más de cien páginas, relata lo que Marcos Montes siente en todo momento, desde la soledad (y, en cierto modo, invisibilidad) en la que necesita cobijarse hasta su visión de la sociedad que le rodea.
No se trata de una novela profunda con aspiraciones metafísicas, sino más bien parece un relato largo que Monteagudo escribió para probarse a sí mismo y una vez había visto unas cuantas películas de terror e intriga, y cuyo único giro argumental (ya en el desenlace) remite, inevitablemente, a todas ellas. La historia, por lo tanto, no resulta original, sino que más bien se sustenta en un recurso narrativo demasiadas veces tocado en el cine (y últimamente en series de televisión) que hace que el lector pueda prever fácilmente cómo va a acabar la novela.
Pero además hay situaciones que chirrían en Marcos Montes: en ocasiones, parece que nos dejamos llevar por un relato juvenil con una mezcla de reflexión solemne que no acaba de funcionar y el ritmo, para ser en realidad un relato largo, tropieza demasiadas veces con diálogos que se alargan de forma innecesaria que hacen que el desarrollo vaya perdiendo fuerza progresivamente. Ésta no es, por tanto, la obra de un autor que ha madurado tras el éxito de una primera novela, sino que es una pieza de esas que se escriben "antes de" y que si no se publicase bajo el auspicio de los más de 30.000 ejemplares vendidos de Fin, probablemente pasaría completamente desapercibida. Dicho de otro modo, David Monteagudo no sería el mismo si en lugar de Fin hubiese arrancado con Marcos Montes (empezando porque quizá la exigente editorial Acantilado no la hubiese publicado). Habrá que estar atentos a la tercera novela de este autor, pero quizá debería reflexionar si lo que tiene en el cajón (esa supuesta mina de oro literaria) lo va a publicar el escritor o el fenómeno editorial. A veces el producto puede devorar al creador.
Marcos Montes no tiene nada que ver con Fin. No, al menos, argumentalmente, aunque sí tiene una esencia tremendista y existencial que unen ambas novelas. En Marcos Montes el autor se centra en un derrumbe que tiene lugar en una mina donde quedan atrapados varios trabajadores. La novela, que tiene poco más de cien páginas, relata lo que Marcos Montes siente en todo momento, desde la soledad (y, en cierto modo, invisibilidad) en la que necesita cobijarse hasta su visión de la sociedad que le rodea.
No se trata de una novela profunda con aspiraciones metafísicas, sino más bien parece un relato largo que Monteagudo escribió para probarse a sí mismo y una vez había visto unas cuantas películas de terror e intriga, y cuyo único giro argumental (ya en el desenlace) remite, inevitablemente, a todas ellas. La historia, por lo tanto, no resulta original, sino que más bien se sustenta en un recurso narrativo demasiadas veces tocado en el cine (y últimamente en series de televisión) que hace que el lector pueda prever fácilmente cómo va a acabar la novela.
Pero además hay situaciones que chirrían en Marcos Montes: en ocasiones, parece que nos dejamos llevar por un relato juvenil con una mezcla de reflexión solemne que no acaba de funcionar y el ritmo, para ser en realidad un relato largo, tropieza demasiadas veces con diálogos que se alargan de forma innecesaria que hacen que el desarrollo vaya perdiendo fuerza progresivamente. Ésta no es, por tanto, la obra de un autor que ha madurado tras el éxito de una primera novela, sino que es una pieza de esas que se escriben "antes de" y que si no se publicase bajo el auspicio de los más de 30.000 ejemplares vendidos de Fin, probablemente pasaría completamente desapercibida. Dicho de otro modo, David Monteagudo no sería el mismo si en lugar de Fin hubiese arrancado con Marcos Montes (empezando porque quizá la exigente editorial Acantilado no la hubiese publicado). Habrá que estar atentos a la tercera novela de este autor, pero quizá debería reflexionar si lo que tiene en el cajón (esa supuesta mina de oro literaria) lo va a publicar el escritor o el fenómeno editorial. A veces el producto puede devorar al creador.
LA OTRA NOVELA
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