Boris Izaguirre
Editorial Espasa
1ª edición, 2002
Género: Novela
229 páginas
ISBN: 978-84-670-0265-2
1965 narra la historia de tres hombres marcados por un destino común: los tres van a ver cómo sus vidas cambian de rumbo de forma radical al cumplir los treinta y siete años. Daniel vive en Buenos Aires, una ciudad castigada por la crisis y la corrupción. Tiene dos obsesiones: permanecer virgen hasta el fin de sus días, porque considera que su cuerpo es demasiado bello para que nadie pueda aprovecharse de él y visitar cada cumpleaños el aeropuerto de Buenos Aires con el sueño de huir a alguna ciudad europea. Andrés vive en Miami, donde produce varios programas televisivos; está anclado en una vida de superficialidad, amores pasados y consumo de drogas. Rodrigo, por su parte, es un arquitecto madrileño que vive a la sombra de la grandeza de su padre –también arquitecto- y la de su mujer, una famosa presentadora de televisión. Rodrigo solamente encuentra refugio en su hija de nueve años, Jimena, en la que se apoya mientras ve como su vida se sume lentamente en un doloroso fracaso.
Los tres hombres viven igual de solos a pesar de estar rodeados de personas, no saben cuál el rumbo que deben seguir y se sienten abandonados a su suerte. Los tres nacieron en 1965 y será cuando se acerque el año 2003 el momento en el que sus vidas dan ese vuelco definitivo que los empuja a tomar decisiones drásticas.
Desde que Boris Izaguirre ha quedado finalista del Premio Planeta 2007, se han disparado los comentarios de los críticos literarios juzgando la obra premiada antes de leerla, atendiendo solamente a la etapa del autor como showman en Crónicas marcianas. Algo así como decir que alguien que se desnuda en horario de máxima audiencia, no puede escribir buenos libros. Uno de esos críticos es Alfonso Ussía, que días después del fallo del Planeta, escribió un artículo en La Razón diciendo que no dudaba de la calidad del ganador, Juan José Millás, pero sí de la del finalista, Boris. Es decir, un ejercicio de frivolidad y manifiesto de unos prejuicios.
Movido por este panorama, decidí leer alguna de las obras del autor venezolano antes de que caiga en mis manos la novela finalista Villa Diamante. Decidí recurrir a 1965 sin ningún tipo de prejuicios, con la mente abierta a leer una buena historia contada por un buen autor.
Y mi gozo en un pozo. Resulta que 1965 es un despropósito de principio a fin. Tres historias que no se sostienen por ningún lado. Resulta sorprendente que Boris Izaguirre, que ha estado varios años presumiendo de promiscuidad en televisión, nos haga creer que un hombre de treinta y siete años, como Daniel, quiera ser virgen para siempre. Y no es que este personaje sea católico hasta el extremo, es extraña cuestión de narcisismo, él tiene un cuerpo tan bello, que nadie lo tocará. ¿Creíble?
Por otro lado, tenemos a Andrés, el productor de programas de televisión. Uno se para a pensar cuál es el motivo de que Boris haya escrito esta historia y la única respuesta lógica parece que es la necesidad de meter paja al libro. Andrés es un personaje vacío que tiene diálogos vacíos, por lo que el lector acaba dudando sobre cuál es el sentido de que se empleen tantas páginas para no decir nada. Y es tal como lo cuento, si el que lee la novela, se salta cinco páginas a la torera, resulta que la historia sigue siendo la misma. Es decir, la historia de Andrés es absolutamente prescindible.
Finalmente tenemos la vida de Rodrigo, al arquitecto fracasado. Éste apoya sus frustraciones en una hija que, a pesar de tener nueve años, resulta que es la más inteligente de toda la retahíla de personajes. El autor ha querido que la pequeña Jimena sea algo así como una superdotada. La cuestión es que, por muy privilegiada que sea intelectualmente, una niña es una niña y hay temas que no es posible que domine, como las relaciones humanas. Claro, la experiencia en la vida también cuenta, no solo tener una mente afortunada. Y a juzgar por la caracterización que hace el autor del personaje, Jimena bien podría ser ministra de cultura, a pesar de sus nueve años.
Podríamos detenernos en cómo Boris pone punto y final a cada una de estas historias y nos daríamos cuenta de lo insólito del desenlace. Lo que decía al principio, 1965 es un despropósito de principio a fin. Ni se aguantan las historias, ni se aguantan los diálogos, que son poco creíbles. No podemos negar la influencia que el autor tiene de los culebrones venezolanos, algunos de los cuales tienen guión suyo; pero claro, una cosa es la literatura y otra bien distinta es la basura “culebronera” que se emite en televisión.
Pero fíjense que, a pesar de haber leído esta novela y ver que es una obra floja, seguiré sin prejuicios y leeré, tarde o temprano, Villa Diamante, finalista del Premio Planeta 2007. Entonces, espero decir que Boris Izaguirre no es un mal escritor.
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