Francisco Umbral
Editorial Cátedra
1ª edición, 2001
Género: Memorias
242 páginas
ISBN: 978-84-376-1329-1
La obra es de absoluto dramatismo, que va in crescendo a medida que avanzan las páginas. El hijo va muriendo y el autor parece que está pereciendo con él, que realmente no le importa tanto la vida si no es con su hijo. Hay una clara exaltación de la paternidad; un amor desmedido de un padre a un hijo que ve cómo se le está escapando de su lado sin que él pueda hacer nada para evitarlo.
En la obra hay reflexiones como persona (su relación con las mujeres y su pasión incansable hacia ellas), como escritor -"ya no soy más que un escritor cansado y miope"-, así como de un padre: uno vive cuando es niño y cuando es mayor empieza a acabársele el tiempo, pero su vida vuelve a través del hijo; si el hijo se va, ya no hay vida posible. Él mismo dice que lo único eterno que hay son los huesos. Sabemos que nuestras ideas y nuestras palabras se las puede llevar el viento, nuestra carne se deshace rápidamente al morir, pero quedan los huesos, la huella de nuestra muerte. Pero él mismo acaba reconociendo que no hay nada eterno, ya que hasta los huesos desaparecen.
Se siente preparado para morir, afirma él mismo que "la muerte nos toma niños, puros, solos, y pienso que es en estos momentos cuando puedo morir". Se siente en soledad viendo morir a su hijo y hasta indefenso: ahora podría morir también. Resulta escalofriante ese flujo de conciencia de Umbral. Nos narra con absoluta tragedia cómo está viviendo ese “cruce de fronteras” de su hijo. Y vuelve a repetir una y otra vez el deseo que tiene de hacer ese cruce agarrado de la mano de su hijo. Al escribir, puede fragmentar su vida y borrar los momentos que quiere olvidar. Incluso necesita fracasar, si escribe un artículo, pierde la oportunidad de escribir un relato, un poema… Es una auténtica depresión a todos los niveles (creativo, personal…). No llega el punto de ser un Bartleby, pero Umbral se da a un abandono de sí mismo para no crecer personalmente.
La presencia de la palabra “rosa” en el libro: ¿Qué quiere decir el autor con “rosa”? La muerte del hijo es una crueldad rosa, rosa es la infancia, la vida que le queda. Puede ser un color de vida, un color que no es la fogosidad del rojo todavía, pero que tampoco es el blanco de la palidez de la nada. Rosa es el punto medio del blanco de haber nacido y el rojo del despertar de las pasiones y de la vida. Rosa es ese estado de inocencia infantil. En el libro es un rosa que se marchita.
Mortal y rosa no es una novela, aunque tampoco es un ensayo. Umbral se refiere en cuatro ocasiones al libro como un diario. Cierto es que no tiene la estructura propia de lo que podríamos entender por un diario personal, pero un diario para ser diario, ¿debe seguir una estructura típica? (para más señas, de forma fechada). La obra está fragmenta por diferentes reflexiones que claramente han sido escritas en estados de ánimos diferentes (unos peores que otros) y no es más que la narración de lo que ha sentido el autor ese día al ver como a su hijo se la escapa la vida. Cierto es que no tiene el carácter endogámico de un diario ya que hay un alcance claro que excede del propio autor-lector (uno mismo retroalimentándose). El autor habla para sí mismo y a veces para su hijo. En ningún momento se refiere a la necesidad de un lector de este libro en concreto (de hecho, él mismo siente la necesidad de fracasar y quizá no se entienda por mayor fracaso el de no tener lector). Además quiero apuntar a que quizá el libro no sea tan autobiográfico como un autorretrato (que podría ser más exacto). El autor se refleja –retrata- a sí mismo -físicamente, personalmente-, crea su imagen y expresa sus sentimientos, en ocasiones desordenados y atenazados por esa agonía. No hay un orden autobiográfico claro, es un fluir, unas autorreflexiones constantes. Es, a fin de cuentas, un libro excelente e imprescindible.
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