Gabi Martinez
Editorial Alfaguara
1ª edición, mayo de 2008
Género: Viajes
ISBN: 978-84-204-7384-0
456 Páginas
Antes de que China estuviera en el punto de mira de todo el mundo con la organización de los Juegos Olímpicos de Pekín, Gabi Martínez se lanzó a la aventura de recorrerla para conocer de primera mano qué encerraba tan enigmático país. Dicen que China es tan grande y diversa que parece encerrar diferentes países en sí misma. Aunque son más de 1.300 millones de chinos, el trabajo de Gabi Martínez demuestra que todos están, grosso modo, cortados con el mismo patrón.
El ejemplo más paradigmático es el traductor que acompañó al escritor en la primera etapa del viaje, Wang. Este joven estudiante encarna el vivo ejemplo de lo que es la población de este gigante asiático: personas adiestradas, que esconden sus miserias ante la visita del extranjero. Por ejemplo, la entrada a algunos hoteles está prohibida a los turistas, porque están en un estado tan lamentable, que el gobierno impide el alojamiento a menos que sea a los propios chinos. Gabi Martínez tuvo demasiados problemas con Wang, que se negaba en redondo a traducir alguna de las preguntas del autor, por considerarlas demasiado ofensivas; aunque algunas de ellas sean tan aparentemente sencillas como dónde se puede hacer topless. Wang no era capaz de enfrentarse a otra China que la que le habían enseñado y cuando se dio de morros con el país en el que en realidad vivía, sencillamente no quiso continuar el viaje.
Ésta es solamente alguna de las anécdotas que Gabi Martínez narra en Los mares de Wang, libro que recoge todas esas vivencias por Pekín, Shanghai, Macao y otras ciudades chinas. Pero sobre todo, la obra es la excusa para que el autor tome contacto con los chinos y las chinas (tan necesitados de dinero, que no dudan en ofrecerle sexo constantemente) y con los españoles que viven en el país asiático. Gabi Martínez hace, pues, un recorrido por China, por la China de verdad, la auténtica.
El libro de Gabi Martínez, como ya habrá quedado más o menos claro, no es ficción, sino que se acerca más al reportaje periodístico que a una obra de aventuras. De hecho, en todo momento queda claro que la voluntad del autor es absorber al máximo la información y el comportamiento humano que se encuentra en su periplo por China. Lejos de conformarse con lo que los medios de comunicación o los libros dicen del país, Gabi Martínez se propone un exhaustivo seguimiento desde dentro mismo.
El resultado deja un sabor agridulce. Por un lado el lector aprecia un estupendo trabajo de documentación y perseverancia; por otro, es difícil que la lectura no acabe siendo demasiado densa y aburrida. Los mares de Wang lo podemos dividir en dos partes: la primera es mientras Gabi Martínez es acompañado por Wang –el traductor- y la otra es cuando sigue el viaje más o menos solo. A través de Wang podemos ver las dos Chinas existentes: la cara que el gobierno y la tradición pretenden imponer y la otra, auténtica, la que se vive en las calles. Wang no es capaz de desprenderse de sus esquemas ni de aceptar la visión que el extranjero -en este caso, el autor- quiere mostrarle. Para él China es un ejemplo de cortesía, de buena convivencia y de eficaz comunismo.
En cambio, cuando Wang decide no continuar con el viaje, la obra empieza a volverse demasiado densa. El autor recorre las ciudades y nos los explica todo: lo que nos resulta atractivo y lo que no. Por ejemplo: cuando el escritor insiste en detallarnos las conversaciones con los españoles que trabajan en China, las páginas caen de las manos al mismo ritmo que los párpados se van cerrando. Por no hablar de cuando nos empieza a dar lecciones de historia china. Hablando en plata: algunas partes del libro son para dormirse. ¿Era necesario someter al lector al ejercicio de una lectura tan densa? ¿No era mejor dar un enfoque más ameno y ágil? Creo que, si bien Gabi Martínez sabe escribir sobradamente bien, ha cometido un error de planteamiento con este libro y no ha sabido separar el grano de la paja.
Si lo que pretendía Gabi Martínez era mostrarnos la auténtica cara de China, eso ya lo consigue en las cien primeras páginas, todo lo que viene después podría no estar escrito y la sensación sería la misma, síntoma de que aunque el viajero recorra diferentes ciudades, la lectura queda un poco estancada. Con un planteamiento diferente, quizá nos habría ahorrado a unos cuantos lectores la pereza de querer visitar algún día China.
Editorial Alfaguara
1ª edición, mayo de 2008
Género: Viajes
ISBN: 978-84-204-7384-0
456 Páginas
Antes de que China estuviera en el punto de mira de todo el mundo con la organización de los Juegos Olímpicos de Pekín, Gabi Martínez se lanzó a la aventura de recorrerla para conocer de primera mano qué encerraba tan enigmático país. Dicen que China es tan grande y diversa que parece encerrar diferentes países en sí misma. Aunque son más de 1.300 millones de chinos, el trabajo de Gabi Martínez demuestra que todos están, grosso modo, cortados con el mismo patrón.
El ejemplo más paradigmático es el traductor que acompañó al escritor en la primera etapa del viaje, Wang. Este joven estudiante encarna el vivo ejemplo de lo que es la población de este gigante asiático: personas adiestradas, que esconden sus miserias ante la visita del extranjero. Por ejemplo, la entrada a algunos hoteles está prohibida a los turistas, porque están en un estado tan lamentable, que el gobierno impide el alojamiento a menos que sea a los propios chinos. Gabi Martínez tuvo demasiados problemas con Wang, que se negaba en redondo a traducir alguna de las preguntas del autor, por considerarlas demasiado ofensivas; aunque algunas de ellas sean tan aparentemente sencillas como dónde se puede hacer topless. Wang no era capaz de enfrentarse a otra China que la que le habían enseñado y cuando se dio de morros con el país en el que en realidad vivía, sencillamente no quiso continuar el viaje.
Ésta es solamente alguna de las anécdotas que Gabi Martínez narra en Los mares de Wang, libro que recoge todas esas vivencias por Pekín, Shanghai, Macao y otras ciudades chinas. Pero sobre todo, la obra es la excusa para que el autor tome contacto con los chinos y las chinas (tan necesitados de dinero, que no dudan en ofrecerle sexo constantemente) y con los españoles que viven en el país asiático. Gabi Martínez hace, pues, un recorrido por China, por la China de verdad, la auténtica.
El libro de Gabi Martínez, como ya habrá quedado más o menos claro, no es ficción, sino que se acerca más al reportaje periodístico que a una obra de aventuras. De hecho, en todo momento queda claro que la voluntad del autor es absorber al máximo la información y el comportamiento humano que se encuentra en su periplo por China. Lejos de conformarse con lo que los medios de comunicación o los libros dicen del país, Gabi Martínez se propone un exhaustivo seguimiento desde dentro mismo.
El resultado deja un sabor agridulce. Por un lado el lector aprecia un estupendo trabajo de documentación y perseverancia; por otro, es difícil que la lectura no acabe siendo demasiado densa y aburrida. Los mares de Wang lo podemos dividir en dos partes: la primera es mientras Gabi Martínez es acompañado por Wang –el traductor- y la otra es cuando sigue el viaje más o menos solo. A través de Wang podemos ver las dos Chinas existentes: la cara que el gobierno y la tradición pretenden imponer y la otra, auténtica, la que se vive en las calles. Wang no es capaz de desprenderse de sus esquemas ni de aceptar la visión que el extranjero -en este caso, el autor- quiere mostrarle. Para él China es un ejemplo de cortesía, de buena convivencia y de eficaz comunismo.
En cambio, cuando Wang decide no continuar con el viaje, la obra empieza a volverse demasiado densa. El autor recorre las ciudades y nos los explica todo: lo que nos resulta atractivo y lo que no. Por ejemplo: cuando el escritor insiste en detallarnos las conversaciones con los españoles que trabajan en China, las páginas caen de las manos al mismo ritmo que los párpados se van cerrando. Por no hablar de cuando nos empieza a dar lecciones de historia china. Hablando en plata: algunas partes del libro son para dormirse. ¿Era necesario someter al lector al ejercicio de una lectura tan densa? ¿No era mejor dar un enfoque más ameno y ágil? Creo que, si bien Gabi Martínez sabe escribir sobradamente bien, ha cometido un error de planteamiento con este libro y no ha sabido separar el grano de la paja.
Si lo que pretendía Gabi Martínez era mostrarnos la auténtica cara de China, eso ya lo consigue en las cien primeras páginas, todo lo que viene después podría no estar escrito y la sensación sería la misma, síntoma de que aunque el viajero recorra diferentes ciudades, la lectura queda un poco estancada. Con un planteamiento diferente, quizá nos habría ahorrado a unos cuantos lectores la pereza de querer visitar algún día China.
No hay comentarios:
Publicar un comentario