viernes, 5 de marzo de 2010

'El Holocausto y la cultura de masas', Álvaro Lozano

El Holocausto y la cultura de masas
Álvaro Lozano
Editorial Melusina
Colección [sic]
1ª edición, febrero de 2010
Género: Pensamiento / No ficción
127 páginas
ISBN: 978-84-96614-81-9

El historiador Álvaro Lozano propone con este libro una reflexión sobre el efecto que tiene la representación del Holocausto en la cultura de masas. A medida que pasa el tiempo son cada vez menos los testigos que quedan de los campos de concentración nazis y, por tanto, cada vez más a menudo tenemos que remitirnos a representaciones culturales para conformar en nuestra mente una imagen de lo que fue Auschwitz. Dicho con un ejemplo: si hacemos una encuesta a la población sobre lo que saben del Holocausto, probablemente empiecen a responder pensando en películas como La vida es bella, La lista de Schindler o El pianista.

Ahí es, precisamente, donde pone el foco de atención Álvaro Lozano, en la extrapolación de los campos de concentración a los platós de Hollywood. La pregunta clave: ¿se puede hacer negocio a costa del sufrimiento de las víctimas de Auschwitz? Lozano se plantea otras cuestiones, como la posibilidad de que el cine haga que el espectador se sienta identificado con los verdugos o que se acabe banalizando el Holocausto.

Pero vayamos al corazón de este libro, El Holocausto y la cultura de masas, que publica Melusina. En realidad, el autor se centra sobre todo en analizar la película de Spielberg La lista de Schindler. Aquí surge un inconveniente, y es que Lozano tiende a elevar sus impresiones a la categoría de certezas. En ocasiones parece que incluso se introduzca en la mente del propio Spielberg o dé por sabido lo que sentimos todos los espectadores. Es más, da la sensación de que insinúa que el público no tiene capacidad crítica para saber que, aunque Liam Neeson encarne a un nazi no tan cruel, el espectador no va a salir del cine pensando que el nazismo era esperanzador y liberador.

Lozano parece no tener en cuenta algunas puntualizaciones importantes: que el espectador no es tan ingenuo como parece; que si el público sale del cine creyendo que todos los judíos eran como Roberto Benigni en La vida es bella, entonces el problema no es del cine; que si no se puede hacer ficción sobre el Holocausto, probablemente quedaría desactivada una forma importante de mantener viva la memoria histórica; y que el nazismo no fue sólo un episodio, sino una acumulación de trágicas experiencias y, por tanto, el hecho de que un director centre su atención en un aspecto concreto, no tiene que implicar que esté banalizando todo lo demás.

Lozano, por tanto, parte de un hecho cierto, pero ya conocido: que la cultura de masas hace de mediadora para referenciar el Holocausto. Sin embargo, el autor ofrece unos argumentos que hacen temblar los fundamentos de una tesis que ya de por sí se sostenía por pura obviedad.

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