Ana María Matute
Editorial BackList
1ª edición, noviembre de 2010
Género: Novela
288 páginas
ISBN: 9788408094357
No porque Ana María Matute haya ganado el premio Cervantes voy a decir lo que sigue, aunque probablemente haya quien me tache de exagerado: Luciérnagas es, para mí, una de las mejores novelas sobre la Guerra Civil que se han publicado en España hasta la fecha (y eso que ha llovido mucho). Aparecida originalmente en 1955, ahora la editorial BackList la recupera para el bien de los lectores y de la literatura española (ya que andaba descatalogada desde 1993).
Luciérnagas se centra en uno de los temas preferidos de Matute: la pérdida de la inocencia y la irrupción de los adolescentes en un mundo de adultos amenazado por circunstancias extremas, como es el caso de la Guerra Civil. En esta ocasión, los protagonistas son dos hermanos jóvenes, Sol y Eduardo, que justo al acabar la escuela, ven cómo su mundo de comodidades se viene abajo. La novela, que se desarrolla en Barcelona, es absolutamente coherente con la cronología de sucesos que tuvieron lugar entre 1936 y 1939 (y queda alejada de cualquier adoctrinamiento), ya que relata cómo una familia de clase media-alta sufre el salvajismo, primero de unos y luego de otros.
Luciérnagas, título que hace referencia a pequeños seres vivos que parece que vagan desorientados, gira sobre todo en torno a Sol, una muchacha tímida, sin demasiadas amistades, que de repente tiene que comportarse como una mujer fuerte. Esta Sol nos recuerda, inevitablemente (y como apunta Esther Tusquets en el prólogo), a la propia Ana María Matute: a la autora, la guerra la llevó, con once años, a enfrentarse a una realidad que desconocía: pasó de los juegos de niños a saber que el hombre podía asesinar. "La simulación de la vida confortable -que decía ella en una entrevista-, la de los reyes magos, cambió, la vida era otra cosa". Esa transición no se nos presenta en la novela de una forma claramente explícita, sino más bien alusiva.
A medida que vamos avanzando en la lectura, el dolor y la derrota están más presentes en la novela, aunque eso no quiere decir que la autora vaya a lo fácil, sino que es gracias a una prosa desbordante, que el lector se deja llevar al mundo complejo de cada uno de estos personajes. Ana María Matute no se limita a la descripción de escenas, sino que las construye gracias también al simbolismo que dota a cada una de las situaciones que leemos. No ha sido el Cervantes lo que me ha hecho reencontrarme con la mejor Matute, sino estas Luciérnagas, que vuelven a la palestra para recordarnos el valor que siempre ha tenido la literatura. Impresionante.
Luciérnagas se centra en uno de los temas preferidos de Matute: la pérdida de la inocencia y la irrupción de los adolescentes en un mundo de adultos amenazado por circunstancias extremas, como es el caso de la Guerra Civil. En esta ocasión, los protagonistas son dos hermanos jóvenes, Sol y Eduardo, que justo al acabar la escuela, ven cómo su mundo de comodidades se viene abajo. La novela, que se desarrolla en Barcelona, es absolutamente coherente con la cronología de sucesos que tuvieron lugar entre 1936 y 1939 (y queda alejada de cualquier adoctrinamiento), ya que relata cómo una familia de clase media-alta sufre el salvajismo, primero de unos y luego de otros.
Luciérnagas, título que hace referencia a pequeños seres vivos que parece que vagan desorientados, gira sobre todo en torno a Sol, una muchacha tímida, sin demasiadas amistades, que de repente tiene que comportarse como una mujer fuerte. Esta Sol nos recuerda, inevitablemente (y como apunta Esther Tusquets en el prólogo), a la propia Ana María Matute: a la autora, la guerra la llevó, con once años, a enfrentarse a una realidad que desconocía: pasó de los juegos de niños a saber que el hombre podía asesinar. "La simulación de la vida confortable -que decía ella en una entrevista-, la de los reyes magos, cambió, la vida era otra cosa". Esa transición no se nos presenta en la novela de una forma claramente explícita, sino más bien alusiva.
A medida que vamos avanzando en la lectura, el dolor y la derrota están más presentes en la novela, aunque eso no quiere decir que la autora vaya a lo fácil, sino que es gracias a una prosa desbordante, que el lector se deja llevar al mundo complejo de cada uno de estos personajes. Ana María Matute no se limita a la descripción de escenas, sino que las construye gracias también al simbolismo que dota a cada una de las situaciones que leemos. No ha sido el Cervantes lo que me ha hecho reencontrarme con la mejor Matute, sino estas Luciérnagas, que vuelven a la palestra para recordarnos el valor que siempre ha tenido la literatura. Impresionante.
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