Taller Cézanne es un poemario donde, además de poesía, hay referencias pictóricas, concretamente a los cuadros de Cézanne (como indica el título). Vinyet Panyella ha escrito unos versos donde el tiempo parece estar extrañamente desdibujado, sin límites entre el pasado, el presente y el futuro; la vida se muestra frágil, como el despertar de un doloroso sueño que nos aboca a una quebradiza existencia.
Ocurre muchas veces que uno no confía en los premios literarios en el género novela, pero tiende a hacer caso a los premios de poesía. Quizá sea porque el mundo de la poesía nos es todavía algo desconocido y necesitamos una indicación que nos guíe a la hora de escoger el libro que nos llevamos a casa para leer. Taller Cézanne obtuvo el II Premio Internacional Màrius Sampere 2006 en lengua catalana, que organiza la editorial La Garúa y el ayuntamiento de Santa Coloma de Gramenet. Si cuando nos llevamos este poemario a casa, pensamos que vamos a leer un impresionante collage de pintura y poesía, avalado por un premio literario, seguramente tropezaremos con algo muy distinto.
En poesía queda muy bien mezclar artes distintas, como la música y los versos o, como en este caso, la pintura. Hace que la poesía salga de los parámetros normales para dar un toque de universalidad. Hay muchos poetas que recurren a la pintura para escribir sus versos, sin ir más lejos, podemos pensar en Francisco León –ganador del I Premio Internacional Màrius Sampere-, que tomaba referencias de la pintura de Alechinsky, o en tantos otros poetas, como David Castillo, Concha García, Cristina Peri Rossi, que se han inspirado en Edward Hopper. Algunos con muy buenos resultados y otros con muy malos. Vinyet Panyella ha tomado como referencia a Cézanne y ha escrito un poemario más bien flojo.
Taller Cézanne es un compendio de esbozos, de versos, que refieren unas experiencias vitales algo superficiales. Uno tiene la sensación de que estos versos no han salido de las emociones que ha sentido la poeta al ver un cuadro de Cézanne, sino que ha escrito unos versos que se adecuaran a ciertas pinturas. Dicho de otro modo, como aquel ejercicio que nos ponían en el colegio cuando éramos niños, nos pasaban una fotografía o una pintura y nos decían que escribiéramos una historia sobre lo que veíamos. Una poesía que parece ser el resultado de una adaptación a la pintura y no de una expresión de los sentimientos.
Tanto es así, que el lector necesita en algunos momentos del poemario, visualizar esos cuadros de Cézanne para hacerse una idea de lo que quiere transmitirnos el yo poético. Y la poesía siempre tiene que hablar por sí misma, aunque lo que pretenda el poeta no sea lo mismo que lo que capte el lector. En este caso, algún lector podrá sentirse perdido.
Cada lector sacará sus propias conclusiones cuando lea el poemario de Vinyet Panyella, pero mi sensación, cuando acabé de leer Taller Cézanne, fue de desconcierto, de pensar que quizá me había perdido algo si a este poemario le habían dado un premio literario.
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