(The New Journalism)
Tom Wolfe
Editorial Anagrama
Colección Contraseñas
(1ª edición, marzo de 2000)
Género: Periodismo
ISBN: 978-84-339-1202-2
224 Páginas
En este libro Tom Wolfe reflexiona sobre los orígenes de uno de los fenómenos que vivió el periodismo en los años 60. Ese fenómeno novedoso era el Nuevo Periodismo, cuyos máximos exponentes eran, además del propio autor, Truman Capote, Norman Mailer…
El libro se divide en dos partes, en la primera Wolfe hace un planteamiento, mitad teórico y mitad empírico, de lo que son esos inicios del Nuevo Periodismo. El deseo de todo periodista de escribir una novela tarde o temprano, la competitividad, la necesidad de un periodismo que ofreciera más detalles sobre la realidad americana… La segunda es una antología de textos escritos por los periodistas del Nuevo Periodismo que ejemplifican lo expuesto en la primera mitad del libro.
Después de leer la obra de Tom Wolfe, me quedan claras dos ideas fundamentales para entender el surgimiento del Nuevo Periodismo. Por un lado la competitividad entre periodistas, el hecho de querer destacar en la profesión y de ser el mejor. Así nos lo descubre Tom Wolfe cuando llega a la redacción del New Herald Tribune, donde algunos compañeros periodistas están al acecho de encontrar el filón con el que destacarse en la carrera periodística. No es ningún secreto para cualquier joven estudiante de periodismo lo reconfortante que es para un profesional descubrir algo de lo que nadie antes se había dado cuenta, hacer periodismo de investigación y llegar a unos resultados que le dan a uno cierto prestigio ante los demás. Lo mismo ocurre cuando se tienen unas fuentes privilegiadas que hacen que un periodista pueda tener más información que otros, por lo que esas fuentes se guardan en secreto, nadie las comparte. Cuántas veces habremos escuchado aquello de “las fuentes de un periodista no se revelan”.
Después de leer la obra de Tom Wolfe, me quedan claras dos ideas fundamentales para entender el surgimiento del Nuevo Periodismo. Por un lado la competitividad entre periodistas, el hecho de querer destacar en la profesión y de ser el mejor. Así nos lo descubre Tom Wolfe cuando llega a la redacción del New Herald Tribune, donde algunos compañeros periodistas están al acecho de encontrar el filón con el que destacarse en la carrera periodística. No es ningún secreto para cualquier joven estudiante de periodismo lo reconfortante que es para un profesional descubrir algo de lo que nadie antes se había dado cuenta, hacer periodismo de investigación y llegar a unos resultados que le dan a uno cierto prestigio ante los demás. Lo mismo ocurre cuando se tienen unas fuentes privilegiadas que hacen que un periodista pueda tener más información que otros, por lo que esas fuentes se guardan en secreto, nadie las comparte. Cuántas veces habremos escuchado aquello de “las fuentes de un periodista no se revelan”.
Por otro lado, hay otra idea que extraigo de la lectura de la obra de Tom Wolfe que me ayuda a entender el Nuevo Periodismo. Y es una necesidad de ir más allá de la simple objetividad periodística. Se ha dicho por activa y por pasiva que la objetividad absoluta no existe, pero sí el intento de llegar a ella. Cuando damos una información podemos ofrecerla con cierta distancia, limitándonos a exponer los datos con mayor o menor interpretación o bien podemos ir más allá y hacernos notar como la mano que escribe ese artículo, como la mente que ha ordenado esas ideas. En los años 60 y 70 Estados Unidos sufre un estado de cierta crisis: en el plano exterior están metidos en plena Guerra del Vietnam y dentro del propio país los jóvenes empiezan a tener cierta conciencia de lo que ocurre a su alrededor, se manifiestan contra la guerra, claman por sus derechos, Kennedy es asesinado en el 63 y nadie sabe con exactitud quién ha sido el asesino… En este panorama convulso, no es de extrañar, que los ciudadanos requieran de otro tipo de periodismo, al igual que lo necesitan los propias periodistas.
Así, tenemos a Truman Capote que escribe sobre unos asesinatos yendo más allá de la simple exposición de los datos. No le basta con escribir una serie de artículos sobre cómo va la investigación de los asesinatos de la familia Clutter, sino que decide ir más allá, pretende escribir un reportaje exhaustivo sobre los hechos. Decide investigar por su cuenta, entrevistar a los testigos, a los acusados del asesinato… para dar la máxima precisión a lo que estaba escribiendo. No es solamente un reportaje, es un nuevo género: la novela de no ficción. El propio Capote dijo que él no había inventado un nuevo género periodístico, sino un género literario. Tom Wolfe lo recuerda en su obra.
El periodista hace su investigación y da los detalles precisos, no solamente la información fría y objetiva. En El nuevo periodismo nos explica Wolfe que hay un periodista que para escribir su columna, en lugar de permanecer en la redacción trabajando, prefiere marcharse a buscar los materiales, a contrastar la información, a entrevistar a los protagonistas… No es un artículo de media página o una página, es tan solo una columna, pero el periodista impone su estilo, su modo de trabajo, impone el nuevo periodismo. A fin de cuentas, impone su visión de los hechos contrastada. Eso es lo que requiere el lector.
El nuevo periodismo surgió cogido de la mano de la novela de no ficción. El periodismo se sirvió de técnicas literarias para escribir las noticias que sucedían en el día a día. Wolfe apunta con razón que la literatura acabó por tomar técnicas del periodismo para la creación de obras literarias. Es algo que no podemos obviar. Wolfe dice que los periodistas de aquella época y los escritores se manifestaron abiertamente en contra de ese nuevo periodismo que tanto daño causaban a la profesión y a la literatura. Algunos decían que se trataba de un estilo vulgar. Pero vemos aquí que aquella actitud reaccionaria ante el nuevo periodismo se trataba, ni más ni menos, que de la competitividad. Ningún periodista quería verse superado por ese grupo de jóvenes –y no tan jóvenes- que habían creado una nueva forma de contar las cosas. Seguramente los que más se quejaron entonces eran los viejos periodistas encumbrados que temían perder su estatus ante la amenaza de ese nuevo estilo. En cuanto a los literatos, qué decir. Todavía hoy muchos escritores se quejan de intrusismo, muchos de ellos dicen que en el periodismo no hay literatura y que no todo lo que está editado en un libro puede considerarse como literatura. Tienen razón en esto último pero andan errados cuando separan periodismo y literatura. Seguramente los que lo hacen jamás han leído a Truman Capote, dado que de la no ficción también se pueden escribir excelentes obras literarias. Un ejemplo actual es el libro de Carles Porta, Tor: la montaña maldita.
Algunos escritores, como Norman Mailer –que murió el pasado año- decidieron abandonar ese género puramente de ficción para pasarse al nuevo periodismo y es así como hemos conocido a Mailer, como uno de los pilares de este nuevo estilo, junto a Wolfe y otros tantos.
Cuando se es competitivo en un ámbito, se aportan nuevas ideas, nuevos proyectos que dan a uno una categoría. El periodismo es muy competitivo y siempre se intentan inventar –o reinventar- nuevos formatos. Lo vemos en televisión, en radio y en prensa. Tom Wolfe nos dice que al llegar al New Herald Tribune, vio esa competitividad y cuando se apuntó al Nuevo Periodismo, fue criticado por los encumbrados periodistas y escritores que no fueron capaces de haberlo inventado ellos.
La necesidad hace que busquemos también nuevas formas para llevar a cabo nuestra profesión. En el caso de Estados Unidos, que vivió unos años convulsos, la gente y los periodistas necesitaban un grado más a lo que estaban haciendo, no era suficiente con exponer la información, había que buscar el trasfondo, rizar el rizo. Algunos periodistas lo consiguieron.
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