Lolita Bosch
Editorial: Random House Mondadori
1ª edición, octubre de 2008
Género: Novela / Memorias
267 páginas
ISBN: 978-84-397-2152-9
Tal cual dice el título: ése es el argumento. Lolita Bosch hace un recorrido por la historia de sus antepasados, una familia importante en la Barcelona del siglo XX (su tatarabuelo, Rómulo Bosch i Alsina, llegó a ser alcalde de la ciudad). Sin embargo, la autora aprovecha para ir más allá y trenza el relato con un juego metaliterario y reflexivo sobre la creación de su propia novela.
Después de leer La familia de mi padre, me ha quedado más una sensación de desconcierto que otra cosa. Vayamos por pasos. No he entendido que la autora…
Llene toda la novela de onomatopeyas impertinentes, tales como Slarp, Claf, Plom o Flup, entre otras. Que utilice frases cortas a modo de sentencias que también resultan molestas porque parece que quiera darle un toque de solemnidad a su propio discurso. Que repita incansablemente frases y párrafos enteros una y otra vez, como si el lector no lo hubiese entendido a la primera o como si la autora hubiese querido regodearse en su prosa. Que insista durante gran parte de la novela en las citaciones, poesías y referencias, que van lastrando el ritmo narrativo y que, en muchas ocasiones, no vienen a cuento. Que se cite a sí misma: no le basta con mencionar a otros autores sino que de vez en cuando se mira su propio ombligo. Que cada vez que mencione a un personaje real, tenga que explicarnos quién es aunque no tenga nada que ver con la historia. Por ejemplo, cuando dice que se cruza con una grúa que lleva el submarino de Narcís Monturiol y empieza a describirnos quién era. Los autores deberían entender que ya existe la Wikipedia. Que constantemente le dé por incluir referencias tipo “tal personaje nació en el año X, el mismo que Rubén Darío, que, por cierto, escribió esto y lo otro” o “nació en Bilbao, como Miguel de Unamuno”. ¿A qué viene? ¿No se da cuenta que rompe el relato? ¿Para qué cita a Unamuno si no tiene nada que ver con lo que cuenta? Que incluya documentos innecesarios, que son pura paja, como una copia del papelito que tiene que rellenar para fotocopiar una imagen. Que llene la narración de reflexiones sobre asuntos que no aportan nada, como cuando detiene su escritura para hacer unos extraños movimientos de manos y, para colmo, incluya las fotos de sus ejercicios manuales (y, por si al lector no le ha quedado claro, las pone dos veces). ¿Por qué da por hecho que al lector le interesa eso? Que persista, en definitiva, en producir una egoliteratura que puede acabar cansando.
Valoro muy positivamente que Lolita Bosch busque la originalidad en sus novelas, no es la primera vez que lo hace y creo que tiene buenas aptitudes para ello. Pero alguien debería decirle que hablar tanto de sí misma aburre. Su literatura empieza en ella, se desarrolla en ella y termina en ella. Llega un punto en que uno no sabe si “Lolita Bosch” es el nombre de la autora o el título del libro. Esperemos que con su próxima obra dé ese giro necesario.
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